Recuerdo que la primera vez que oí hablar del 'marketing de guerrilla' la imagen que me vino a la mente fue similar a la que acompaña a estas palabras pero, por fortuna, estaba muy equivocado.
El marketing de guerrilla tiene muchas similitudes con la forma de combatir de una guerrilla. Las guerrillas realizan ataques rápidos y sorpresivos, utilizando grupos pequeños de soldados, para lograr unos objetivos muy concretos. De este modo, con el despliegue de pocos hombres se puede combatir contra poderosos ejércitos. El Marketing de guerrilla, por su parte, se define como el conjunto de estrategias y técnicas de marketing que, basándose en el ingenio y la creatividad más que en la disposición y utilización de grandes recursos, se utilizan para lograr sus objetivos. Como las guerrillas, se fija un objetivo y se realizan las acciones precisas para alcanzarlo.
El concepto marketing de guerrilla fue definido por Jay Conrad Levinson, en 1984, en su libro 'Marketing de Guerrilla'. En principio, el marketing de guerrilla se pensó como una opción para empresas con pocos recursos, que podían encontrar en la utilización de estas técnicas una forma más directa de llegar al público objetivo.
El marketing de guerrilla, también llamado marketing radical, plantea una comunicación dinámica, directa, imaginativa y presentada de forma que no pueda ser ignorada. La cantidad de estímulos que, día a día, nos bombardean para influir en nuestras decisiones, hacen que, sin darnos cuenta, nos vayamos inmunizando frente a ellos. El marketing de guerrilla intenta superar este escudo para hacernos llegar su mensaje.
Estas técnicas buscan provocar el impacto psicológico en el consumidor, mediante la sorpresa o sentimientos de profundo calado, sin dudar en recurrir a métodos poco convencionales.
Dentro del marketing de guerrilla encontramos técnicas muy dispares, que pueden combinarse para potenciar el impacto. De este modo, podemos ver las siguientes situaciones: