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Parte de los fallos estratégicos que comenten los directivos de las empresas tienden a repetirse. Cabría plantearse si es debido a la incapacidad de nuestro cerebro para procesar toda la información estratégica, necesaria para el desarrollo de un plan estratégico, y si tiene algo que ver con algunas ideas preconcebidas o pautas sociales que dificultan que tomemos las decisiones estratégicas más acertadas para nuestra empresa.
Por un lado, nuestro cerebro tiene ideas preconcebidas que condicionan su juicio, pero además, el nivel de variables e interrelaciones que debe procesar un directivo para mantener su empresa alineada estratégicamente está, simplemente, fuera del alcance humano; lo cual se hace todavía más evidente cuando el mercado cambia cada vez más rápidamente siendo por tanto cada vez mayor la necesidad de procesamiento para tomar buenas decisiones estratégicas.
En este sentido es interesante la reflexión de Gary Kasparov, excampeón mundial de ajedrez, que en su libro “Cómo la vida imita al ajedrez” cita que la complejidad del juego empresarial es infinitamente más complejo que el ajedrez. En el sentido de que, mientras el ajedrez tiene limitaciones estadísticas concretas derivadas de las jugadas posibles en un tablero de 8X8, en la empresa no existen límites en el tablero de juego.
Por otro lado, el cerebro no es siempre tan racional como suponemos por lo que nos dificulta el proceso objetivo necesario para la toma de decisiones estratégicas. Existen multitud de estudios al respecto pero os recomendamos, para profundizar sobre el tema, el artículo 'Hidden Flaws in Strategy' escrito por Charles Roxburgh para The McKinsey Quarterly del año 2003; quien describe los principales errores estratégicos que cometemos los humanos como consecuencia de nuestro propio diseño mental. Os resumimos los principales como aperitivo para los estrategas que no quieran caer en las trampas que les podría tender su cerebro:
Las estrategias erróneas seguirán siempre existiendo, pero las reflexiones propuestas por C. Roxburgh nos pueden ayudar a todos los estrategas a identificar trampas que nuestro cerebro nos propondrá, y que pueden influir muy negativamente en nuestras decisiones estratégicas.
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